Carta de presentación

Ya nací integrado a la Naturaleza (la totalidad de la población mundial también, pero se les ha olvidado), así que tuve que elegir la mejor profesión del mundo, Agente Forestal. En 1980 pude ser el más joven de éste colectivo y no pensaba más que en patear sierras y montañas calizas. ¿Por qué calizas?. Le permito a mi instinto muchas libertades, y es una pregunta sin respuesta, aún. Pero tenían que ser calizas, el típico paisaje kárstico.

Cuando mis botas perdieron las suelas, lo antrópico vino a sumarse a lo natural, y empezaron a gustarme los castillos. Ocupaba en ello todo mi tiempo libre, indagando y visitándolos. Llegué incluso a visitar Castillo de Tajarja, en Granada, pueblo este sin castillo. Ya tenía un baúl lleno de bibliografía castellológica y a punto de enrolarme en la Asociación de Amigos de los Castillos cuando alteré mi "fiebre" hacia los yacimientos arqueológicos prerromanos: fenicios, íberos, tartesos, vetones, lusitanos, celtíberos, vascones, etc... Hasta que en el otoño de 1995 recalé en La Peña de los Gitanos, Montefrio.

Desde entonces busco megalitos (asunto este íntimamente auspiciado por los altibajos de una economía rayana en lo patético), resultando una aventura tan apasionante que me considero un "buscador privilegiado" aunque no sepa muy bien de qué: si de estos misteriosos monumentos, si de la magia que emanan los lugares donde están ubicados, o quizás de mi mismo. El tándem que conforma la elección de un lugar de belleza natural y una construcción petrea del hombre antiguo, me fascina sobremanera.

Solo pretendo pues, contactar con gente con afinidades comunes al megalitismo, promocionar encuentros, instar a las autoridades competentes a la protección, restauración, ponerlos en valor, visitables, disfrutables, en suma... adorables.